La soledad es hermosa. Es lo mejor que puede tener el hombre. La soledad absoluta es mala, porque te olvidas de ti, como dicen arriba.
Pero la soledad que solemos sentir debería ser razón de alegría. Personalmente, es perfecto saminar y no tener nadie a tu lado, saber que nadie piensa en ti... Simplemente eres.
La acompañaré a recorrer los senderos secretos de las extrañas avenidas que narró en un libro hace algunos años.
La acompañaré a comprar ese helado interminable de esperanzas, que se derriten fácilmente, que se pierde, pero que se vuelve a encontrar
La acompañaré en el embriagamiento nocturno del cuerpo, cuando sus manos se proclamen independientes de su cerebro. Cuando se toque así misma en el cuerpo del otro, de la otra.
La acompañaré cuando usted no pida nada, cuando no entregue nada, cuando se sienta libre y cuando no.
Quisiera que mi nombre sea MISTERIO pero me llamo Dahía Ayesha; busco gente que no asesine mis palabras con falsos comentarios LLENOS de compasión. La realidad de mi vida es verdaderamente rutinal; qué puede decir alguien que vive adherida a la pluma, tal vez nada; porque nada es todo y todo ya esta dicho. Soy principiante en esto y a lo mejor robo algunas carcajadas con mis escritos; pero estará bien; porque ayudará a mi inteligencia emocional.
Un gran sueño siempre fue estudiar literatura; y aún lo sigue siendo, tal vez un día lo consiga y no me importa reencarnar mil veces para hacerlo... Por ahora me conformaré con escribir estupideces nacientes de la propia noche que consume mi soledad...
6 comentarios:
Nunca has estado sola...
tenerte a ti misma.
jaja
Tienes razón Gabriela, mucha razón... la soledad máxima es cuando no te tienes ni a ti misma... mucha razón !
La soledad es hermosa. Es lo mejor que puede tener el hombre. La soledad absoluta es mala, porque te olvidas de ti, como dicen arriba.
Pero la soledad que solemos sentir debería ser razón de alegría. Personalmente, es perfecto saminar y no tener nadie a tu lado, saber que nadie piensa en ti... Simplemente eres.
La acompañaré a recorrer los senderos secretos de las extrañas avenidas que narró en un libro hace algunos años.
La acompañaré a comprar ese helado interminable de esperanzas, que se derriten fácilmente, que se pierde, pero que se vuelve a encontrar
La acompañaré en el embriagamiento nocturno del cuerpo, cuando sus manos se proclamen independientes de su cerebro. Cuando se toque así misma en el cuerpo del otro, de la otra.
La acompañaré cuando usted no pida nada, cuando no entregue nada, cuando se sienta libre y cuando no.
Tu soledad será el plástico que envidia mi compañía.
AZAÑA ORTEGA
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